AL INVENTOR DEL MAR


En capullos de polvo
desde la otra orilla
espera,
una luna de abril espejea su reflejo
al vaivén de la caída la piel del agua
copia su perfil de plata.

Es el gravitar de unos ojos que desde el fondo
insomnes
convocan las corrientes.

De nácar y coral rojo la lengua del agua
da forma a los peces que encumbran los abismos,
las sirenas emergen…
-lumen silencioso que a bocanadas de azul-
…devoran ávidas la luz del trópico.

Sí,
de azul profundo son los ojos que contemplan los naufragios;
mientras las medusas extienden sus sábanas blancas,
y danzan envolviendo los durmientes
que ingrávidos revelan destellos,
y abren sus bocas de cera y óleo
para nombrar imponderables misterios:

Verdes violetas casi negros
azules que atrapan furiosas barracudas.
…Y en aletazos carmesí,
la sombra del alcatraz herido…

Morados de mil brazos
blancos que son el peligro de los dientes,
o el púrpura que repta entre los dedos del basalto
buscando las alturas del viento de los Andes.

Andes profundo y sumergido
del que bebe el cóndor a girones de cielo,
caligrafías que salen del mar a retomar el vuelo
rapaz sombra sobre el cenit
que a trazos de viento y noche
desde lo alto nos mira,
hormiguean nuestros huesos al fondo,
fosforecen,
al paso de su sus alas enormes
que recogen el verdor del valle
el rojo que maduro se quiebra,
al oscuro matiz del misterio.

¡Ave nube!
Que encumbras por el cielo
bajas por el cañón,
arremolinas
y precipitas la tormenta.

Tormenta que se desangra minuciosa sobre el vapor que atrapan las olas.

Embriagados los sueños suben en hirvientes torres
que coronan acantilados de cuarzo y de azufre.

El nácar atrapa de nuevo a las sirenas huidizas
que se entregan deslumbradas como luciérnagas marinas,
perdidas entre los laberintos del coral,
al maremágnum profundo del abismo
azul del presagio eléctrico
tenebroso
ciego que se agolpa
desafiante con sus mil cascos sonoros;
es el toro abismal oscuro
de ruda grupa
viscoso su ojo afilado
de animal acerado
que en sueños lo persigue
en su lagar de estrellas diminutas
amenaza el orden minucioso de la arena;
lo enfrenta con la luna
hecha su escudo
y corona sus agudas astas relucientes.

En su trono de despojos triunfante entra…

Vence al torvo
que muge a sus espaldas.

A su laberinto espurio penetra…

Su vida
extinguido lumen
gota a gota
seca al viento de un sol fúrico
la entrega.

Ya sus ojos cerrados
como exclusas
se abren a magnificas visiones
es el abismo abisal
que convulsionado se rompe
es el brío de la tormenta que tiñe las aguas
preñando la convexa ingravidez de formas imprecisas,
lo minucioso que palpita en el corazón de las perlas
la lujuria que se entreteje en los dedos de las anémonas,
cuando rasga el misterio,
al grito de las mandrágoras
que anuncian el comienzo
y el final
…ya todo se ha cumplido.

La noche a trazado su rostro,
es su destino…
sus pasos titilantes
son las gotas del roció matutino.

…Ya las alondras del tiempo le cantan al oído.


Oyes el silencio de tus manos sumergidas
donde el color en profusas lenguas
febriles de viento
a fuego lento
ansia
silencio
que paraliza el ímpetu
de las olas
donde tu alma anida
silencio que en su fulgor
atrapa
la estrella
que fugaz quema tus ojos
y en esta noche eterna te guía.

¡Silencio!

Las algas forman tu rostro que se desdibuja en las mareas
para renacer con el sol que besa las aguas
bebiendo de su frescura de horizonte.
Fulgurante peligro de las olas
brindan su espuma para formar las nubes
que se confunden con tu frente de concha
y de cangrejo;
en las noches de sal y de ron
mientras la arena infinita copia las estrellas
que se duplican en los ojos avizores
de los calamares alados,
jaurías de atunes destellan vibrando
mientras las bocas de las ballenas
se abren como una flor terrible;
el arco de los delfines son tus cejas
y tus ojos se abren de nuevo para inventar el mar.


El mar que tiñe ahora tus manos…
las que sumerges…
y dejas escapar entre los dedos
trazos que ensortijados son los caracoles,
criaturas de los viajes letárgicos…
mientras en la cabellera esbelta de una palma
suena una cumbia…
retumba el tambor de la cadera
y se prende la algarabía que en las bocas
destella.
La cumbia reclama la arena,
señora de las noches dulces y calientes
como labios verticales,
de una mulata que espera
a que los vientos de una mano poderosa
preñen su vientre de aceituna
para parir el mar,
y comenzar de nuevo.

Y de nuevo esta el mar entre nosotros…

Y tu cuerpo gigante de colores.

Y tus brazos recomponiendo las tormentas.

Y tu boca nombrando lo dulce y lo terrible.

Y de nuevo las aguas tienen tres dimensiones
que vertiginosas se vierten sobre los ojos asombrados.

Vuelve!, ¡vuelve!,!vuelve…!

A encausar las profundas corrientes
que perdidas pierden los pasos.
A enrutar los barcos que ciegos
desaparecen…
o invisibles navegan
en círculos desahuciados,
en el límite líquido de la espera.

¡Vuelve!.

¡Vuelve!.

Para que vuelvan…

Para escuchar de nuevo,
el quejumbroso canto,
ese eco que aturde los con fines
del cachalote y el calamar gigante.
Ese lamento de amor
que recorre sin tiempo el tiempo y se hace siempre.
Vuelve con tu mano a crear la noche del almíbar
y del mango,
bajo la sombra de las ballenas jorobadas.

Vuelve para guiarnos con tu faro de eclécticas visiones.

¡Vuelve!

Para poder sacar nuestra cara del fango
dejar atrás la sangre que grita
con el corazón en la mano
y ver de nuevo la luz a través del pantano.

Ya escuchamos tu voz de espeso mar,
levantando las arenas eternas.

Tu voz,
que con la voz de este otro hombre-mujer-mar-fuego-viento,
nos dice:

NO ESTÉS DEMASIADO SEGURO,
QUE YO NO ESTE AQUÍ AHORA
Y COMPLICE…
GUIE TUS PASOS.
.

Gilberto Cerón Correa

 

 

 

 

 

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